La gran crisis del transporte en Estados Unidos
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El transporte en Estados Unidos vive un momento de crisis. Desde la debacle de Boeing hasta el colapso del puente Francis Scott Key en Baltimore, pasando por el hecho de que Estados Unidos ya ni siquiera es capaz de construir sus propios barcos comerciales. A esta lista se suman algunas deficiencias de largo plazo, como la falta de buenos servicios ferroviarios, carreteras en mal estado y la disminución de la seguridad y confiabilidad de los sistemas de transporte urbano en el período pospandemia.
Consideremos el accidente de un buque portacontenedores que provocó el colapso del puente en Baltimore. Es posible argumentar que esto es parte de una historia más amplia sobre el envejecimiento y la decadencia de la infraestructura estadounidense. Al fin y al cabo, no ha tenido grandes actualizaciones desde la era Eisenhower, aunque el gobierno de Biden ha dado pasos en esa dirección con su programa de estímulo fiscal. El impacto semanal directo del cierre del puerto de Baltimore es de aproximadamente 1.700 millones de dólares, y el impacto indirecto de los cambios en la cadena de suministro podría ser mucho mayor.
El envío por mar es más barato y limpio que el envío por camión o avión. Sin embargo, la Ley Jones de 1920 exige que cualquier vehículo marítimo que transporte mercancías entre dos puertos americanos sea construido en Estados Unidos, de propiedad estadounidense y tenga una tripulación contratada en el país, por razones de seguridad. A medida que la industria naviera estadounidense se ha reducido drásticamente, el transporte acuático nacional es muy limitado.
En 1997, se autorizó a Boeing a comprar el único otro fabricante nacional de aviones, McDonnell Douglas, tras lo cual se observó que la innovación y la calidad habían disminuido. Los presupuestos de investigación y desarrollo han quedado rezagados con respecto a los de Airbus, mientras que las recompras de acciones han aumentado. La subcontratación masiva ha resultado en cadenas de suministro altamente complejas y vulnerables.
La cuestión es que estas crisis de transporte aparentemente distintas apuntan a problemas mayores en la gestión empresarial, el comercio exterior y la seguridad nacional, incluso en la naturaleza de la economía política estadounidense y en cómo funciona (o no) en un mundo en transformación.
Fuente: Valor Económico (Rana Foroohar editor del Financial Times en Nueva York)